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Texto
Base: Hechos 4:32-33
Y la
multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía
ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en
común. Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del
Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos.
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Es
glorioso ver el poder del Espíritu Santo en la de los ciudadanos, en la vida de
la humanidad. La forma como Dios nos dejó claro que nunca estamos solos. Mas la
grande pregunta es ¿Con quién nos asociamos?
La
Biblia dice que después que el Espírito Santo descendiera en pentecostés, algo
extraordinario ocurrió porque estaban en unidad y la unidad aquí la unidad era
como el Espíritu de Dios, eran un solo corazón y una sola alma. Entonces la
intención de los sentimientos era uno con el Espíritu Santo de Dios, no había
una preocupación con las cosas terrenales, con las cosas humanas, había una
ligadura fuerte con las cosas de Dios, porque algo jamás visto en el hombre, la
presencia de Dios en el hombre. Era la primera vez que el Espíritu de Dios
descendía para quedarse dentro de nosotros y esa presencia vino para hacer la
diferencia, tanto hizo que este pasaje dice que hubo un desapego en la vida del
hombre. Ellos estaban preocupados por sus bienes, preocupados con sus
propiedades, por su familia, por sus cosas que ellos tenían, mas hubo un desapego
tal por el descubrimiento nuevo. Ellos se agarraron con todas las fuerzas de la
presencia del Espíritu Santo en sus vidas. La Biblia dice en este texto, que el
corazón de ellos era tal forma integro que todas las cosas que ellos poseían
pasaron a ser mías, pasaron a ser común. Era un desapego, usted no tenía para
usted más tenía para satisfacer. Fue de tal forma que dice que no había ningún
necesitado en medio de ellos, porque abrían mano de un valor menor por un valor
mayor, y ellos descubrieron que Cristo, el Espíritu Santo era de mayor valor
que todos sus bienes, valía mucho más de lo que ellos tenían.
Bernabé
tomó su propiedad y lo vendió, totalmente desprendido de lo que él tenía y
trajo el precio a los pies de los apóstoles. Donde estaba el corazón y Alma De Bernabé,
estaba ligado al Espíritu Santo y poco importaba todas las cosas que él poseía.
Mas seguidamente habla de un matrimonio, Ananías y Safira, que también eran una
unidad, eran una familia, ellos también era uno. En el capítulo 5 nos dice que
ellos también vendieron una propiedad, y la diferencia es que ellos se pusieron
de acuerdo para tomar una parte del precio y la otra parte restante la llevaron
a los pies de los apóstoles. La unidad del matrimonio no estaba ligado a la
unidad del Espíritu. Aquí viene la grande diferencia, Safira significa de gran
valor. Ella fue la primera mujer identificada tratada con distinción de las
otras, sólo que esta mujer falló, su nombre quedó ligado no a su gran valor
sino quedó ligado a un engaño. Engaño que ella acordó con su marido donde los
dos mezclaron generosidad con deshonestidad. Dios nunca va trabajar en la
deshonestidad. Dios nunca va permitir que las cosas caminen ahí, aun cuando
parte de ella sea para el Reino. Porque si hay un propósito, aun la intención
del corazón, necesita ser evidenciada y eso no ocurrió aquí, hubo un engaño,
hubo una mentira.
La muerte
de este matrimonio, chocó, atemorizó aquella pequeña comunidad de fieles que
estaban ahí, porque Dios nunca va a permitir deshonestidad en los relacionamientos
entre discípulos.
Vivían
una obra linda unidad con el Espíritu Santo, donde la alegría, el amor, el
cuidado de una vida por la otra estaba existiendo, la preocupación en suplir
las necesidades estaba existiendo, la preocupación de ganar vidas estaba
existiendo, y aquí vemos que aquí falto cuidado de este matrimonio en
permanecer donde ellos estaban en la fuente de la esencia de la unidad. Todas
las cosas vinieron acontecer. Ellos no estaban obligados a vender algo, pero si
a ser honestos. Eran obligados ser verdaderos, a mantener la pureza del
llamado. Y aquí dice que cuando Pedro llamó a Ananías le dijo porque mentiste
al Espíritu Santo, no mentiste a los hombres, sino a Dios.
Muchas
veces perdemos una gran bendición por una mentira, perdemos una gran obra por
un engaño, perdemos un gran llamado por una tontería, no vale la pena.
Y en
la misma hora, aquel hombre murió. Porque Dios no es dios de juegos, Él quiere
que tomemos en serio todo el llamado que tiene en nuestra vida.
Y
luego al llegar aquella esposa, ella no sabía que su esposo había fallecido, tres
horas después Pedro confronta a ella también y le dijo ¿Ustedes vendieron por
tanto aquella propiedad? Y ella confirma la alianza de la mentira. Tenemos que
tener mucho cuidado con los acuerdos, aun entre casados, mucho cuidado con las
alianzas que hacemos, porque el versículo 9 dice que dijo Pedro “¿Por qué
entraste en acuerdo para tentar al Espíritu del Señor? He aquí los pies de los
que sepultaron a tu marido y ellos también te llevarán.”
Acuerdos
errados, acuerdos deshonestos, los relacionamientos necesitan ser basados en la
integridad, con corazón realmente convertido al Señor. Aquella mujer pudo haber
mantenido su posición, yo no quise, pero él quiso vender por tanto y ahí está
el dinero que él quiso dar. Hubiera sido más honesto, hubiera sido mucho más
verdadero, mas omitieron para el sacerdote, mas omitieron para el Espíritu de
Dios. En los momentos más lindos que estaba viviendo la iglesia primitiva que
fue la llegada del Espíritu, momento de éxtasis, todos estaban viviendo la novedad.
Por
eso necesitamos tener mucho cuidado, la Biblia dice que sobrevino grande temor
a toda la iglesia y a todos cuantos oyeron la noticia de estos acontecimientos.
El
temor del Señor no puede ser apartado de nuestro corazón, sea cual fuera la
circunstancia, nuestra unidad necesita continuar siendo con el Espíritu Santo.
Dios nos va honrar hasta el final, la bendición va venir hasta el final. No
vale la pena mezclar deshonestidad. No vale la pena mentir al Espíritu Santo,
no vale la pena engañar, porque no estamos engañando ni al sacerdote ni a Dios,
nos estaremos nosotros mismos engañándonos, porque quién murió fueron Ananías y
Safira, quién perdió la bendición fueron Ananías y Safira.
Dios
quiere entregar bendición y no quitar nuestra bendición. Por eso estamos aquí
para recibir nuestra bendición.
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