martes, 7 de marzo de 2017

No mezclemos deshonestidad


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Texto Base: Hechos 4:32-33
Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común. Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos.
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Es glorioso ver el poder del Espíritu Santo en la de los ciudadanos, en la vida de la humanidad. La forma como Dios nos dejó claro que nunca estamos solos. Mas la grande pregunta es ¿Con quién nos asociamos?

La Biblia dice que después que el Espírito Santo descendiera en pentecostés, algo extraordinario ocurrió porque estaban en unidad y la unidad aquí la unidad era como el Espíritu de Dios, eran un solo corazón y una sola alma. Entonces la intención de los sentimientos era uno con el Espíritu Santo de Dios, no había una preocupación con las cosas terrenales, con las cosas humanas, había una ligadura fuerte con las cosas de Dios, porque algo jamás visto en el hombre, la presencia de Dios en el hombre. Era la primera vez que el Espíritu de Dios descendía para quedarse dentro de nosotros y esa presencia vino para hacer la diferencia, tanto hizo que este pasaje dice que hubo un desapego en la vida del hombre. Ellos estaban preocupados por sus bienes, preocupados con sus propiedades, por su familia, por sus cosas que ellos tenían, mas hubo un desapego tal por el descubrimiento nuevo. Ellos se agarraron con todas las fuerzas de la presencia del Espíritu Santo en sus vidas. La Biblia dice en este texto, que el corazón de ellos era tal forma integro que todas las cosas que ellos poseían pasaron a ser mías, pasaron a ser común. Era un desapego, usted no tenía para usted más tenía para satisfacer. Fue de tal forma que dice que no había ningún necesitado en medio de ellos, porque abrían mano de un valor menor por un valor mayor, y ellos descubrieron que Cristo, el Espíritu Santo era de mayor valor que todos sus bienes, valía mucho más de lo que ellos tenían.

Bernabé tomó su propiedad y lo vendió, totalmente desprendido de lo que él tenía y trajo el precio a los pies de los apóstoles. Donde estaba el corazón y Alma De Bernabé, estaba ligado al Espíritu Santo y poco importaba todas las cosas que él poseía. Mas seguidamente habla de un matrimonio, Ananías y Safira, que también eran una unidad, eran una familia, ellos también era uno. En el capítulo 5 nos dice que ellos también vendieron una propiedad, y la diferencia es que ellos se pusieron de acuerdo para tomar una parte del precio y la otra parte restante la llevaron a los pies de los apóstoles. La unidad del matrimonio no estaba ligado a la unidad del Espíritu. Aquí viene la grande diferencia, Safira significa de gran valor. Ella fue la primera mujer identificada tratada con distinción de las otras, sólo que esta mujer falló, su nombre quedó ligado no a su gran valor sino quedó ligado a un engaño. Engaño que ella acordó con su marido donde los dos mezclaron generosidad con deshonestidad. Dios nunca va trabajar en la deshonestidad. Dios nunca va permitir que las cosas caminen ahí, aun cuando parte de ella sea para el Reino. Porque si hay un propósito, aun la intención del corazón, necesita ser evidenciada y eso no ocurrió aquí, hubo un engaño, hubo una mentira.

La muerte de este matrimonio, chocó, atemorizó aquella pequeña comunidad de fieles que estaban ahí, porque Dios nunca va a permitir deshonestidad en los relacionamientos entre discípulos.
Vivían una obra linda unidad con el Espíritu Santo, donde la alegría, el amor, el cuidado de una vida por la otra estaba existiendo, la preocupación en suplir las necesidades estaba existiendo, la preocupación de ganar vidas estaba existiendo, y aquí vemos que aquí falto cuidado de este matrimonio en permanecer donde ellos estaban en la fuente de la esencia de la unidad. Todas las cosas vinieron acontecer. Ellos no estaban obligados a vender algo, pero si a ser honestos. Eran obligados ser verdaderos, a mantener la pureza del llamado. Y aquí dice que cuando Pedro llamó a Ananías le dijo porque mentiste al Espíritu Santo, no mentiste a los hombres, sino a Dios.

Muchas veces perdemos una gran bendición por una mentira, perdemos una gran obra por un engaño, perdemos un gran llamado por una tontería, no vale la pena.
Y en la misma hora, aquel hombre murió. Porque Dios no es dios de juegos, Él quiere que tomemos en serio todo el llamado que tiene en nuestra vida.

Y luego al llegar aquella esposa, ella no sabía que su esposo había fallecido, tres horas después Pedro confronta a ella también y le dijo ¿Ustedes vendieron por tanto aquella propiedad? Y ella confirma la alianza de la mentira. Tenemos que tener mucho cuidado con los acuerdos, aun entre casados, mucho cuidado con las alianzas que hacemos, porque el versículo 9 dice que dijo Pedro “¿Por qué entraste en acuerdo para tentar al Espíritu del Señor? He aquí los pies de los que sepultaron a tu marido y ellos también te llevarán.”

Acuerdos errados, acuerdos deshonestos, los relacionamientos necesitan ser basados en la integridad, con corazón realmente convertido al Señor. Aquella mujer pudo haber mantenido su posición, yo no quise, pero él quiso vender por tanto y ahí está el dinero que él quiso dar. Hubiera sido más honesto, hubiera sido mucho más verdadero, mas omitieron para el sacerdote, mas omitieron para el Espíritu de Dios. En los momentos más lindos que estaba viviendo la iglesia primitiva que fue la llegada del Espíritu, momento de éxtasis, todos estaban viviendo la novedad.

Por eso necesitamos tener mucho cuidado, la Biblia dice que sobrevino grande temor a toda la iglesia y a todos cuantos oyeron la noticia de estos acontecimientos.

El temor del Señor no puede ser apartado de nuestro corazón, sea cual fuera la circunstancia, nuestra unidad necesita continuar siendo con el Espíritu Santo. Dios nos va honrar hasta el final, la bendición va venir hasta el final. No vale la pena mezclar deshonestidad. No vale la pena mentir al Espíritu Santo, no vale la pena engañar, porque no estamos engañando ni al sacerdote ni a Dios, nos estaremos nosotros mismos engañándonos, porque quién murió fueron Ananías y Safira, quién perdió la bendición fueron Ananías y Safira.


Dios quiere entregar bendición y no quitar nuestra bendición. Por eso estamos aquí para recibir nuestra bendición.

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